Hacia el final de los años ochenta, una computadora envidiable tenía un disco duro de más o menos veinte megabytes. Pasada la mitad de los noventa, se hablaba comúnmente de memorias de más de un gigabyte. No imaginaba uno qué tantas cosas podría llegar a guardar para colmar tamaño vacío informático. Hoy día, las nuevas computadoras vienen equipadas con discos internos de cientos de gigas, y externos que tranquilamente llegan al terabyte, hasta hoy auspicioso con su millón de megas. Nada que no se pueda uno gastar en almacenar música, fotografías y video. Una vez instalados en la imagen de alta definición, ya hay quienes hacen cálculos en petabytes, inclusive exabytes. Cada uno de estos últimos, equivalente a un millón de teras. Hace veinte años, los archivos se almacenaban en floppies en los que con trabajos cabían más de seiscientos kilobytes. Bastaba, sin embargo, un solo floppy para guardar entero el sistema operativo, más el procesador de palabras, más una buena cantid